El Mandri, mucho más que bravas

El Mandri es uno de los locales clásicos de la zona alta de la ciudad (Mandri, 60), con mucha historia, familiar, siempre bullicioso y con buen ambiente. No está en el punto de mira de los “cool hunters” y queda algo alejado del centro, con lo que no encontrarás la marabunta de “guiris” que sería de esperar. Es más bien pequeño y acogedor y la decoración es bastante austera, transmitiéndote el “buen rollo” y la esencia del “tapeo” tradicional: disfrutar con los amigos tomando unas copas y picando porciones de pollito con salsa picantona, alcachofas rebozadas, ensaladilla, calamares, chipirones, croquetas… las de toda la vida. Nada complicado, pero de gran calidad.

Los camareros son rápidos, atentos, muy majos y siempre están dispuestos a recomendarte las especialidades de la casa. Su terraza es sin duda una de las más cotizadas de la zona y raro es el día en que no hay algo de cola para hacerse con un hueco… ¡incluso en invierno! Eso sí, la espera siempre merece la pena.

He dejado para el final el que probablemente sea su plato estrella: las bravas. ¿Qué puedo decir de ellas? No puedes parar en el Mandri sin pedir una ración de esas bravas que sin ninguna pretensión (más cocidas que fritas, con suave allioli y un poco de pimentón) conseguirán que participes del gran debate de la ciudad: ¿son mejores las bravas del Tomás o las del Mandri? De ese tema, mejor hablamos otro día, que da para mucho…

Podría extenderme más detallando cada plato y describiendo lo que disfruto de esa terraza en los días soleados, pero creo que es mejor que os acerquéis a probarlos vosotros mismos. Tiro fijo.

(Precio medio de la tapa: 3 euros)